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25.4.08

Una jugada peligrosa con el sello de Kirchner

Por Joaquín Morales Solá publicado en LA NACION

Guillermo Moreno echó a dos ministros de Economía en los últimos 140 días. Miguel Peirano se fue antes que Martín Lousteau, pero los dos fueron fagocitados por la política diferente y belicosa del poderoso secretario de Comercio Interior. En rigor, el autor intelectual de la muerte súbita de los dos ministros fue la misma persona: el ex presidente Néstor Kirchner, sostén de Moreno y autor del desgaste constante de Lousteau desde el día siguiente de su asunción. La pregunta que queda por responder es cómo sigue el decurso de una crisis que amenaza con agravarse con el correr de los días. Sectores sociales importantes estaban ayer alarmados por versiones que circulaban con la liviandad del viento, seguramente interesadas, pero que volvían a poner en vilo a la sociedad. El Gobierno tiene dos problemas graves de índole económica que han construido una perfecta crisis política. Uno es la inflación y el otro es el conflicto irresuelto con el campo. El sesgo más grave de la inflación es que el Gobierno no se ha notificado de ella, más allá de echarles la culpa a ruralistas, supermercadistas, almaceneros y tenderos en general. La inflación tiene su origen, sin embargo, en un desbocado gasto público, en una demanda superior a la oferta y en una tendencia inflacionaria mundial. Néstor Kirchner aspira a encerrar la Argentina como encerró Santa Cruz en su momento, mientras los países más responsables simplemente asumen la novedad, notifican a sus sociedades y toman las decisiones que corresponden. Por eso, el reemplazo de Lousteau era un dato significativo para develar si el Gobierno asumió, más allá del discurso, la presencia de la crisis o si, en cambio, doblaría la apuesta en la complicada senda de enfrentamientos y tosquedades por la que camina. El discurso de Néstor Kirchner ayer, en Ezeiza, pareció ratificar ese camino. Anoche, tras muchas incertidumbres, se conoció la designación del director de la AFIP, Carlos Fernández, como el candidato para ocupar el sillón vacante del Palacio de Hacienda. Fernández ya era un desconocido cuando llegó a la administración de los ingresos fiscales; lo es más aún ahora como flamante ministro de Economía. Nada ha cambiado, entonces. Este Fernández es hijo político de otro Fernández, Alberto, jefe de Gabinete. Lousteau también lo era. El ahora ex ministro de Economía cayó, es cierto, como consecuencia de las muchas conspiraciones a las que lo sometieron los adversarios internos de Alberto Fernández. Esos adversarios son los halcones del Gobierno, que tiene su propio jefe en el ex presidente Kirchner. La llegada al Ministerio de Economía de Carlos Fernández, que no cuenta con conocimiento público ni con prestigio como economista, sería una manera de compensar la pérdida del jefe de Gabinete con la renuncia de Lousteau. Sólo eso. Es probable que el equilibrio siempre inestable entre Fernández y De Vido, líderes de las "palomas" y los "halcones" de la administración, respectivamente, siga existiendo tal como existió hasta ahora. Moreno, en tal caso, no cambiaría de trabajo. * * * En el camino habían quedado apuradas gestiones de última hora con el ex ministro de Economía Roberto Lavagna para que regresara a esas funciones. El problema que habría planteado Lavagna es que nunca conviviría con Moreno y que lo encerraría al ministro Julio De Vido en un corral muy hermético. También habría pedido garantías sobre la influencia futura del jefe de Gabinete en las cuestiones económicas. Lavagna siempre lo consideró a éste un adversario suyo, aunque Fernández desmintió con pertinacia esa percepción del ex ministro. Lavagna tampoco estuvo de acuerdo con el último aumento de las retenciones a las exportaciones de la soja. Habría planteado, al mismo tiempo, varias modificaciones a la política económica. Otros candidatos, como Martín Redrado y Mario Blejer, habían quedado en el camino porque son también economistas serios, que creen que la economía no es una ciencia para experimentar. Todos los manuales ya han sido escritos y todas las experiencias económicas ya se han vivido. La cuestión de fondo que debía resolver la Presidenta se encerraba, en efecto, en la solución de los problemas económicos que han devenido en crisis política. La inflación, las maneras arrogantes de gobernar desde hace cinco años, el conflicto interminable con el sector agropecuario, han dejado huellas profundas en la política. Nunca el gobierno de los Kirchner, desde 2003, estuvo tan mal como ahora en las encuestas de opinión pública. La imagen positiva de Cristina Kirchner ronda sólo el 35 por ciento, y la gestión de gobierno cayó más abajo aún. El desfiladero por el que camina el Gobierno debe sortear la convergencia entre la protesta rural y el mal humor de los centros urbanos. En el campo se protesta por lo que se considera una confiscación de bienes por las retenciones; en la ciudad, el pataleo social está más ligado a la inflación, la inseguridad y los métodos políticos de la administración. Si ambos conflictos se juntaran en el tiempo y en el espacio, la crisis podría llegar a niveles imprevisibles. El Gobierno tenía margen para reconducir la crisis con un nuevo gabinete y, sobre todo, con un nuevo equipo económico, si éste hubiera sido prestigioso y serio. La Presidenta decidió anoche, en cambio, seguir depositando en manos de su esposo la conducción de los asuntos económicos. La decisión se parece mucho a un salto al vacío.
http://www.asteriscos.tv/noticia-13033.html

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