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6.7.08

El síndrome del golpe de estado y los aprendices de brujo

NECESITAMOS CAMBIAR EL RUMBOCORDOBA


En el peor momento de su historia los Kirchner han sabido vencer, demostrando que no existe hoy en Argentina quien les pueda hacer frente.
El matrimonio presidencial, desde su posición, sabe utilizar los mecanismos democráticos para consolidar la hegemonía antidemocrática, que viola nuestra Constitución Nacional, para hacer lo que se les antoje.
Dirigentes políticos, gremiales, sociales, no saben cómo enfrentar una tiranía con envase democrático sin sentirse, ellos mismos, antidemocráticos.
Una especie de síndrome del golpe de Estado nos está sofocando. La sana responsabilidad de defender un sistema plural se confunde con fantasmas del pasado e impide oponerse con vigor, decisión, madurez y libertad a un sistema de gobierno que ha entregado ya gran parte de nuestro presente y nuestro futuro.
Con el justo argumento de salvar la democracia, en realidad, la estamos destruyendo; con el argumento de evitar la violencia desencadenaremos una violencia sin igual en nuestra historia.
Quienes nos oponemos a este régimen tiránico, que utiliza con astucia infame los mecanismos democráticos devorados por la corrupción para autofortalecerse, nos encontramos ante una encrucijada: ¿Cómo defendernos de un Estado corrupto que va en contra de la propiedad privada, que mezcla las cartas al punto tal de lograr siempre al fin vencer los desafíos, por más que sean evidentes violaciones a los derechos inalienables de las personas, invocados en nuestra Carta Magna? ¿Qué puede quedar para los Argentinos después de tres años y medio más de confrontación social exasperante, esperando el próximo turno electoral?
Es evidente que el síndrome del golpe de Estado es usado por el matrimonio presidencial en contra de los disidentes.
La sociedad Argentina, que hoy se descubre sensible por los derechos humanos y condena las atrocidades del gobierno de facto, en el 1976 apoyaba mayoritariamente el golpe militar. Todo se sabía en esos años, pero el mismo cinismo de masa que no quería reconocer lo obvio, hoy se escandaliza por lo de hace 30 años y no por los poderes especiales que el Congreso de la Nación otorga al Poder Ejecutivo, basándose en una ley de la misma dictadura militar.
El tiempo que estamos viviendo es intenso, veloz y, en muchos aspectos, inédito; es evidente que viviremos cosas impensables.
Sabemos que gobernar en Argentina es sinónimo de enriquecimiento rápido y millonario; por lo tanto, los que gobiernan no abandonarán sus fuentes de ingresos fácilmente, se aferrarán al Poder con todas sus fuerzas e inteligencia.
Es sorprendente la liviandad de los analistas políticos cuando dicen que ahora, los ruralistas y por ende todos los pueblos del interior, tienen que respetar las reglas del juego de la democracia y no reaccionar hasta las próximas elecciones. ¿Sabrán que lo que está en juego es la propia condición humana, el bienestar de los hijos, de las familias, de millones de personas vinculadas con el rubro agropecuario? El síndrome del golpe de Estado y el oportunismo les impide ver la realidad.
Dónde está el espíritu antidemocrático si pedimos elecciones anticipadas para evitar que el sistema se degrade.
Es propio de los sistemas democráticos el cambio de gobiernos, incluidas las elecciones anticipadas y si no, miremos Europa, cuna de la democracia, cuántos son los gobiernos que, antes del fin del mandato, fueron cambiados sin que esto significase el fin de la democracia.
Como aprendices de brujo y falsos estrategas vivimos especulando, elaborando sobre la base de lo que no conocemos, pronunciándonos para callar la boca a quienes van en contra de la corriente, una corriente mezquina y oportunista, un verdadero corso en contramano.
Y si no, preguntémonos cómo hemos llegado a este punto, a este degrado. Con el mismo esquema, con el mismo paradigma que nos conduce a nuevas derrotas, transitamos sorprendiéndonos del fracaso anterior sin reconocer el actual. Total, habrá tiempo para rasgarse las vestiduras de una sociedad hipócrita y sin dignidad.

Luis Vanella
contacto@luisvanella.org

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