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22.7.08

¿Cómo funcionaría una economía sin subsidios?

El Gobierno podría duplicar el superávit primario que obtiene si dejara de pagar los subsidios con los que contiene, por ejemplo, las tarifas de enegía eléctrica, gas, los precios de algunos alimentos y los valores del gas oil para el transporte.

¿Funcionaría igual la economía? En principio, algunas situaciones cambiarían bastante.
En términos ideales, cuando el Estado ofrece un servicio en forma gratuita, como salud o educación, realiza un gasto que genera un ahorro entre los privados que lo utilizan. Ese gasto público reemplaza gasto privado o genera ahorro privado.
La actual administración, con su monumental maraña de subsidios que no para de crecer, genera justamente ahorros a quienes consumen lo que se subvenciona. Si se eliminaran de un solo golpe esos gastos deberían actualizase valores desde la leche hasta las tarifas aéreas, pasando por el boleto de colectivo. En términos muy globales, empresas y particulares deberían asumir gastos iguales al superávit primario del Estado.
Pero en la realidad el esquema no es tan simple. Para poder sostener esos subsidios el Estado ha creado, mantenido o aumentado muchos impuestos. Si desaparecen las compensaciones y muchos valores hoy contenidos se encarecen habrá presiones para reducciones de gravámenes. ¿Cómo funcionaría esto? Es difícil de vislumbrar.
La enorme complejidad del esquema de gravámenes y compensaciones esconde la intención de la actual administración de manejar la distribución de rentas y beneficios cruzados entre sectores.
De manera muy global, el esquema de retenciones grava mucho más al campo que a la industria. Lo que querría decir que granos y oleaginosas subsidian a las fábricas.
Cuando el Gobierno hace bajar artificialmente el precio global de los alimentos los hace más accesibles para personas de bajos recursos. Pero también los abarata para los ricos y para las compañías que los adquieren para elaborar bienes que se exportan y generan fuertes ganancias.
Por ello, a muchos beneficiarios de subsidios se les ha colocado impuestos, en un intento por moderar el beneficio, lo que genera un sistema todavía más complejo y difícil de desentrañar. Es el caso de los cargos específicios a la energía de las fábricas.
¿Debería el Gobierno abandonar por completo esta política y liberar todos los valores y a todos los actores privados a su suerte? Pareciera el otro extremo. Hasta economistas ortodoxos como José Luis Espert señalan que deberían eliminarse compensaciones y diferencias artificiales y permitir que los alimentos tengan en el mercado interno precios más parecidos a los internacionales. Pero que a la vez se debería armar un esquema que permita entregar gratis la alimentación de los sectores más vulnerables.
No todo sería ahorro para el Estado y más gasto para los privados.

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