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18.7.08

Dudas y certezas del cuadro institucional

El simple hecho de que el vicepresidente Julio Cobos haya votado, en el Senado de la Nación, en contra del proyecto sobre retenciones agropecuarias remitido por el Poder Ejecutivo Nacional ha contribuido notoriamente al fortalecimiento del cuadro institucional de la República. Es curioso que haya ocurrido eso, pues en realidad Cobos no ha hecho otra cosa que asumir un derecho y una responsabilidad que la normativa vigente le atribuye de manera expresa.
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Si nuestro sistema organizativo constitucional estuviese suficientemente arraigado en el imaginario colectivo, si no existieran dudas y confusiones acerca del respeto y el acatamiento que deben inspirar las instituciones, el gesto de Cobos no habría conmovido ni sorprendido a nadie. Habría quedado como un acto sencillo y natural, propio del régimen institucional que nos gobierna.
Pero los argentinos, aunque cueste reconocerlo, no estamos todavía identificados visceralmente con la democracia constitucional que nos rige desde 1853. Tenemos una norma suprema inequívocamente republicana y democrática, pero parecería que no tuviéramos aún la plena vivencia institucional que convierte a esa norma en una realidad cotidiana e inconstrastable.
En el imaginario social sigue faltando, aparentemente, una clara distinción entre lo que significa el devenir espontáneo de la política partidaria, que define identidades y determina candidaturas, y lo que representa el férreo y solemne compromiso con las instituciones de la República, que imponen las cargas y responsabilidades de gobierno. Cobos fue el candidato a vicepresidente de la Nación por el Frente para la Victoria: ese fue su rol en la etapa optativa y cambiante de las definiciones electorales. Pero una vez que resultó elegido, una vez que asumió y juró su cargo, Cobos no puede responder a otra fidelidad moral e institucional que la correspondiente a su función como vicepresidente de la República. Y la obligación estable y solemne de un vicepresidente es ejercer en plenitud la presidencia del Senado de la Nación, que entre otras cosas le impone el deber de votar en la Cámara alta, con plena libertad de conciencia, como un senador más, en aquellos casos en que la votación en torno de un determinado proyecto de ley ha desembocado en un empate.
Parece evidente que algunos sectores de la opinión pública no tienen bien en claro que el presidente y el vicepresidente presiden dos poderes diferentes: el Ejecutivo y el Legislativo. Y lo que define a una república es el principio inquebrantable de la división de los poderes. Allí donde ese principio no es respetado no hay democracia ni república. Por lo visto, no todos los argentinos lo sabemos. Algunos lo sabemos en el plano racional, pero no lo tenemos incorporado en el nivel de las convicciones profundas e irrenunciables.
Algo de todo pareció salir a la luz en la oscura madrugada de ayer, cuando Cobos anunciaba su voto, acompañando su decisión con un discurso tenso y por momentos casi vacilante. Acaso el vicepresidente estaba compartiendo, sin poder evitarlo, las dudas y contradicciones en que están inmersos muchos de sus conciudadanos.
Es hora de que empecemos a tomar conciencia de estos oscuros problemas y a luchar para que la sociedad avance hacia un conocimiento pleno y profundo del cuadro institucional que preside y dignifica el destino de nuestra nación.
Bartolomé de Vedia

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