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20.5.10

Lo que se dice, lo que debería decirse y lo que habría que callar


Se vive una época de declaraciones altisonantes por parte de la dirigencia argentina, concepto éste que abarca no sólo a la clase política sino también a la judicial, gremial, empresarial, periodística, cultural, educativa y a subproductos de esa especie como barras bravas, piqueteros, líderes de organizaciones "sociales" o comentaristas de situaciones bizarras provocadas por personajes no menos bizarros de la televisión argentina.
Un día puede la bocaza de un ministro decir que la inseguridad es únicamente una "sensación" o criticar un tira cómica de un periódico; puede otro afirmar que la carne bajará de precio y lloverán dólares en marzo (nos encontramos a mediados de mayo) o que no hay inflación sino un simple reacomodamiento de precios. Quizás porque hablar hasta que el señor Moreno lo decida, resulta por el momento gratis, la larga lista de la Argentina oral se impone con creces a la de los hechos. Así, el inventario de frases rimbombantes ha crecido en las últimas horas debido a nuevos dichos de la titular de la Casa Rosada que en Madrid, en el acto de entrega del premio otorgado por la española Nueva Economía Forum al presidente de Brasil, expresó: "A veces me llevo mejor con algunos empresarios brasileros que han invertido en mi país, que con algunos propios de toda la vida". A los que debe conocer muy bien.
No debería preocuparnos y mucho menos deberían hacerlo los españoles porque la presidente argentina haya pretendido inmiscuirse en los asuntos internos de la Península al haberse entrevistado y respaldado al suspendido juez Garzón, dictado sus consabidas clases de economía y política internacional o haber mentido con relación al cierre de la importación de alimentos, aunque sí debe ser de nuestra local incumbencia su despectiva referencia a los empresarios, a los grandes empresarios que desde hace siete años a la fecha han trajinado todas las alfombras oficiales que de manera automática los convertía en devota claque de cualquier palabra presidencial. Extraño. Son los que han financiado con creces y ocultamente las compañas electorales del matrimonio que ahora los ofende. Son, en muchos casos, los beneficiarios directos de oscuras licitaciones con altísimos precios. Son los que callan otorgando.
La Presidente, en honor al país y los ciudadanos que representa debió decir: "Con algunos empresarios brasileños me llevo tan bien como con los argentinos". Eso se llama diplomacia. Aunque después, fronteras adentro, por más que sea en público, los trate de conspiradores, como a los del campo, a pesar del dinero que le dejan con la siembra del "yuyito" que le permite, a su vez, aumentar su clientela de votos pobres radicados en el conurbano bonaerense.
La Presidente dijo además: "Yo siempre digo que siento envidia, a veces, de ese orgullo nacional que tiene la República Federativa de Brasil y que tiene el hombre que la representa, su presidente. A veces siento como argentina un poco de envidia, y los que conocen y nos conocen y nos conocemos saben de qué estoy hablando exactamente". La verdad es que cuesta darse cuenta a qué quiso decir aunque no haya sido esa la primera vez que se refiere al tema. Si la Presidente siente envidia de otro país debería, en primer lugar, por su investidura, evitar manifestarlo en público y mucho menos en el extranjero. Por lo demás, son millones los argentinos de diversos credos, ideologías y simpatías varias que se sienten orgullosos de ser argentinos sin por eso pecar. De la misma forma debería estarlo, creemos, cualquier patriota de su país.
Con este catolicismo a la carta que porta la dirigencia argentina que incluso llega a jurar la asunción en su cargo por los Santos Evangelios sin saber a qué se compromete moralmente, desconoce que el pecado de envidia es desear algo que otro tiene, que percibe que le hace falta o el "Rencor o tristeza por la buena fortuna de alguien, junto con el deseo desordenado de poseerla".
Nos reiteramos. Hay que ser más prudentes, parcos hasta el silencio, escuchar más, recibir consejos y evitar darlos si otros no los piden o nos sentimos incapacitados de suministrarlos, quererse más como única manera de querer primero a los que están más cerca, buscar la humildad.

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